Ante la crisis institucional que ha sumido a la facultad en una parálisis

Desde el martes 12/11 por la tarde, en el tramo final del cuatrimestre y en medio de la toma de parciales, la actividad de la sede Constitución de la Facultad ha debido paralizarse. Dos escuetos comunicados de la gestión nos hablan genéricamente de “desperfectos técnicos” con los suministros de luz y agua, así como de instrucciones que le habría dado la Decana a la Secretaría de Hacienda, las cuales se habrían topado con una “falta de respuesta”. El resultado: la sede continuará cerrada al menos hasta el inicio de la semana próxima.

Lamentablemente, hoy no contamos con más información oficial que explique claramente qué sucedió, quiénes son sus responsables, qué se ha hecho para solucionarlo, ni qué perspectivas tenemos para la semana entrante. A lo largo de los años, la Facultad de Sociales ha vivido variadas alteraciones de su funcionamiento “normal” por reclamos estudiantiles, docentes y no docentes. Pero nunca debido a problemas derivados de su (mala) gestión, o a internas en las alianzas de gobierno, como todo indica que es el caso ahora.

Para contextualizar la actual paralización de actividades, quizás convenga hacer un poco de historia reciente. Como es de público conocimiento, desde el mismo momento en que la actual gestión asumió las riendas de la Facultad a principios de 2018, al radicalismo universitario y a sus fuerzas aliadas le fueron concedidas -por medio de una suerte de “loteo”- posiciones estratégicas como la Secretaría Académica, la Secretaría de Hacienda, la Secretaría de Extensión y la Secretaría de Desarrollo, Inclusión y Bienestar. Desde sus oficinas, estos actores se han abocado a subordinar a Sociales a los mandatos del Rectorado y a ampliar su bloque de votos propios por medio de la “construcción de padrón”, obturándose toda perspectiva de abordar los problemas de fondo que aquejan a la comunidad académica. La escandalosa pretensión de incluir a docentes del CBC en el claustro de Profesores de Sociales es solo un ejemplo de cómo nuestra Facultad sufre una virtual intervención política desde Viamonte 444. Poco a poco -y de modo imperceptible a los ojos del conjunto-, hemos ido perdiendo toda autonomía, hasta quedar a merced de prácticas extorsivas.

Durante estos casi dos años, nuestra Decana no hizo prácticamente nada significativo para frenar o revertir estas orientaciones políticas. Pero los costos de pactar con semejantes espacios no le fueron en absoluto gratuitos. El conflicto por las denuncias de violencia de género contra el funcionario Cristian Bay, al igual que los infinitos cabildeos a la hora de conformar las listas que compitieron en las elecciones hace apenas dos meses, o la caída de un importante convenio entre la Facultad y UNICEF son buenos ejemplos de las tensiones inherentes al sostenimiento de esta alianza. Lo cierto es que en casos de gran resonancia, como el de Bay, o muy opacos para la mayoría de los actores de la Facultad, como el de UNICEF, las tensiones internas en el bloque de gobierno persisten, y han escalado (o estallado) en los últimos días. No es entonces un delirio paranoico preguntarse si los “desperfectos técnicos” de esta semana (o la falta de soluciones a ellos) son producto de la negligencia o mala praxis o más bien de un abierto sabotaje. Si la desidia ya sería motivo suficiente para el reproche, el boicot sería intolerable, o creemos que debería serlo.

Aparentemente (porque no contamos con información oficial al respecto), la Decana habría tomado la decisión de apartar al Secretario de Hacienda de sus funciones. Eso habría desatado una reacción por parte del radicalismo universitario, que desembocó en el cierre de la Facultad y la puesta en cuestión de la continuidad del cuatrimestre. Desde Sociales Interclaustros celebraríamos toda decisión que implique realizar avances concretos hacia el corrimiento de las fuerzas políticas afines al Rectorado de los espacios de gestión de nuestra Facultad.

Creemos haber llegado a un punto en el que es inadmisible seguir contemplando impasibles cómo nuestro lugar de trabajo y producción académica se degrada hasta niveles nunca vistos. La disputa del bloque de gestión ha traspasado límites inéditos, hasta llegar al punto de afectar la ya de por sí frágil normalidad en la que docentes, estudiantes, investigadorxs y trabajadorxs no docentes desempeñamos nuestra labor cotidiana. Con el correr de los años nos hemos acostumbrado a los ascensores rotos, la falta de espacios de reunión, la conexión de WiFi defectuosa y la ausencia de una biblioteca o un comedor, entre tantas otras precariedades.

Pero la suspensión total de actividades académicas producto de disputas internas tiene escasos antecedentes en la historia de la Universidad de Buenos Aires, y exige que se tomen decisiones que estén a la altura de las circunstancias. Porque esta situación de incertidumbre afecta de modo directo a les estudiantes, docentes y no docentes. Si no hay soluciones más o menos prontas a los problemas de infraestructura del edificio de Santiago del Estero, será necesario convocar a la mayor brevedad posible a las representaciones gremiales respectivas, así como a las Carreras, para implementar medidas de contingencia que permitan cerrar el cuatrimestre sin vulnerar los derechos de todas las partes involucradas.

SOCIALES INTERCLAUSTROS

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